miércoles, 24 de noviembre de 2010

LA CARA OCULTA DEL CATASTRAZO

La Marina


LA CARA OCULTA DEL CATASTRAZO

INFORMACIÓN OBTENIDA DE:

http://www.lasprovincias.es/v/20101123/marina/cara-oculta-catastrazo-20101123.html

En 2009, el Supremo desestimó el recurso del Estado contra la sentencia que, un año antes, había anulado el catastrazo. Posteriormente, en 2010, el TSJ anuló el recibo del IBI de un vecino, abriendo la puerta a la devolución de lo pagado. Sin embargo, pese a su promesa de transparencia, Eduardo Monfort decretó un apagón informativo y ocultó estos hechos a la población por miedo a una avalancha de reclamaciones. Un silencio propio de quien antepone sus intereses a su palabra. Así era el candidato que engañó a la opinión pública, manipuló un sentimiento de indignación colectiva y usurpó el éxito de una manifestación ciudadana para ganar unas elecciones. Así es el Alcalde que, tras conseguir lo que quería, sufrió un ataque de amnesia catastral y olvidó cuanto había prometido.


Eduardo Monfort nunca tuvo intención de liquidar el catastrazo. La tentación de gastar con cargo al IBI era demasiado para un Bloc acostumbrado a estar a pan y agua. La cartera llena daba para alimentar al catalanismo autóctono. Y para un montón de cosas más. Sólo había que hacer un poco de teatro para que el cambio de postura no pareciese demasiado brusco. Lo suficiente como para salvar las apariencias ante unos votantes que se habían tragado el cuento nacionalista. Por eso, las declaraciones del Alcalde para anunciar que el final del catastrazo estaba cerca se sucedían casi con la misma velocidad con la que sus palabras eran desmentidas por los dictámenes del Consejo de Estado o las sentencias de los Tribunales de Justicia.


Entre tanto enredo, alguien tuvo la genial idea de suspender unilateralmente la ponencia. Un órdago al Ministerio en toda regla. Aquello debió sobrecoger al Alcalde, porque, en esencia, significaba renunciar a cobrar el IBI mientras durasen los pleitos contra Hacienda. La disyuntiva era aterradora. Si la iniciativa prosperaba, dejaría al Bloc compuesto y sin presupuesto. Pero si el Primer Edil no la apoyaba, quedaría en evidencia. Finalmente, el Ayuntamiento suspendió la ponencia sin tener potestad para ello, lo que motivó un duro varapalo judicial. El TSJ anuló el acuerdo del Pleno y calificó la actuación municipal de "imaginativa, pero ajena al ordenamiento jurídico". Monfort respiró aliviado para sus adentros. Podía seguir mostrando su oposición al catastro y cobrar un IBI desorbitado a la vez.

Ya en 2008, una sentencia del TSJ anuló los valores catastrales de los inmuebles del Ayuntamiento. Decretada también la nulidad de la ponencia, los recibos de todo el pueblo deberían haberse considerado igualmente nulos. Aunque el Ministerio, escudándose en el enrevesado sistema de impugnaciones de este impuesto, remitió un padrón del IBI en que los bienes del Consistorio tributaban según la ponencia de 1994 y los demás al valor actual. Una decisión de dudoso fundamento legal ante la que el Ayuntamiento no supo, o no quiso, reaccionar con firmeza. Así, el Alcalde siguió ingresando el IBI con la excusa de un recurso interpuesto por el Estado, previo compromiso de comunicar cualquier avance en el proceso.

Pero el tiempo pasó, la sentencia se olvidó, el recibo creció y Monfort enmudeció. Silencio sepulcral sobre la revisión catastral. Ni una palabra sobre las sentencias que favorecen a los contribuyentes y echan por tierra las aspiraciones recaudatorias del Ayuntamiento. Demasiadas deudas y mucho dinero en juego para un Alcalde que debe su cargo a una ponencia de valores. Convertido en cómplice del Catastro, ha preferido callar y seguir esquilmando los ahorros ajenos sin dar explicaciones. Al fin y al cabo, Monfort no es más que la cara oculta del catastrazo. La de quien supo aprovecharlo para llegar al poder y mantenerse en él. Ahora, a ver quién le quita lo bailado. Y en mayo, que Dios reparta suerte
 
 

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